viernes, 12 de diciembre de 2014

Capitulo 21



—¡Ándale, Rocío, apúrate que no llegamos! vociferaba Francisco exasperado al ver cómo su exmaestra acomodaba en la entrada de su casa la sexta maleta que había preparado para el viaje, —¿ya le hablaste al taxi?—.
 Sí, pero creo que tendremos que pedir un camión para poder llevar todo ese equipaje, insisto, ¿para qué tanta ropa, Chío? Se supone que vamos unos días solamente.
—¡Ay, Pancho! pues si sólo empaqué para una semana, una maleta por día Francisco volteó a ver su pequeña maleta en donde había guardado tres pantalones de mezclilla, cuatro camisas y seis calzones, suficiente según su lógica para sobrevivir por más de un mes en la Ciudad de México. Sólo era necesario cuidar de no manchar las camisas con la salsa de los tacos.
Por más que digas que se puede perder todo menos el estilo, creo que siete maletas es una exageración comentó enfadado.
            —¡Huy, si te ibas a poner así de sangrón mejor no me hubieras invitado! Francisco pensó que no es que la hubiera invitado o no, sino más bien que ella había pagado los boletos, ¿cómo no llevarla? Entendió que había perdido la discusión tratando de ayudar a Rocío para hacer las cosas más rápido. Tomó por la correa la séptima y última maleta que había recién cerrado, era un maletón enorme, digna sucesora de las maletas de María Félix[1].
¡Por Dios, Rocío! ¿pero qué llevas aquí? Pesa como si trajeras un muerto.
Una dama siempre debe de estar preparada para cada ocasión habiendo dicho esto y con una sonrisa en sus labios, enfundada en un traje sastre de color crema cerró la puerta principal de su casa. Francisco ayudó al chofer a subir el equipaje en la parte de atrás de la camioneta del sitio del aeropuerto en un acto de solidaridad, de haberlo dejado solo con esa tarea, se hubiera convertido casi en una misión imposible. El camino fue tranquilo, era temprano por la mañana, no había mucho tráfico salvo uno que otro despistado que había olvidado atrasar su reloj según el horario de verano.
Malditos viajes aéreos para ejecutivos, ¿a quién se le ocurre viajar a las seis y media de la mañana? refunfuñó Francisco en voz baja cuando iban llegando a su destino. El chofer no bajó el equipaje de la camioneta cuando se estacionaron frente de la entrada de vuelos nacionales, no cometería el error de ayudar a cargar el equipaje de Rocío nuevamente. Se limitó a cobrarle a Francisco trescientos cincuenta pesos por el viaje.
—¡Óigame, creo que hay un error, nosotros nos vamos a ir a México en avión, usted es sólo hasta aquí el chofer no contestó, ya había oído ese mal chiste contado por Polo Polo[2] en muchas ocasiones y hoy, después de la friega que le tocó de cargar las maletas, no le hizo ninguna gracia.
Francisco pagó lo solicitado concluyendo que, aunque no le hubieran robado el bocho, jamás hubiera podido acomodar todo el equipaje dentro de su sedan, por lo que el precio le pareció justo. Caro pero justo.
Una vez dentro del aeropuerto, Francisco guió a su maestra y la caravana de muchachitos que cargaban las maletas a la terminal donde despegaría el avión. Hicieron varias escalas para llegar, primero, Rocío tuvo que parar para ir al baño, después, tuvieron que regresar a la entrada principal porque se les había perdido uno de los muchachos que cargaban las maletas, por último, el agente de seguridad se empeñó en abrir todas y cada una de las valijas justificándose en la cláusula de "comportamiento sospechoso", alegó que era imposible que se usaran tantas maletas para guardar "sólo el equipaje" como lo había declarado Rocío. Todos estos retrasos amenazaban con enloquecer a Francisco, quien estaba ansioso por subir al avión. Según los avisos de llegadas y salidas, el vuelo estaba a tiempo, lo que les dejaba sólo diez minutos para abordar; debían correr si pensaban alcanzarlo.
Tres horas después y tras varios retrasos inesperados por parte de la aerolínea, el avión despegó de la ciudad de Chihuahua con destino a la Ciudad de México bajo un cielo magníficamente soleado. Rocío, desde el momento en que se dejó caer en su asiento, abrió un libro que hablaba de Pancho Villa[3] escrito por Paco Ignacio Taibo II[4] y parecía no tener ninguna intención de dejarlo de leer. Francisco trató de descansar un poco, se concentró en el interminable zumbido que emitía el avión, poco a poco fue cerrando los párpados hasta caer en un profundo sueño.
¡Despierta! ¡Deja de lloriquear y levántate! ¡Qué asco me das, te volviste a orinar! esa voz, ¿de dónde provenía esa maldita voz?, tenía mucho frío, una corriente de aire helado entraba por la ventana abierta de par en par ubicada en la pared que permitía la entrada de la luz de la luna. Me encontraba completamente mojado, click, clash, escuchaba un cascabel en mi mente que no paraba de sonar, click, clash, click, clash veía sus miradas, miradas de interrogación, de deseo y de odio, todas sobre mí, hablándome al mismo tiempo, preguntándome, señalándome, unos en un susurro, otros con gritos que desgarraban mi alma. Me concentré en la luna, en la luna no había ruido, silencio lunar, sentí un ligero alivio por unos momentos, tranquilidad, alcé mi mano derecha para intentar tocarme el rostro, para saber que aún existo, para confirmarme a mí mismo que no he desaparecido, ¿qué es esto?, ¿sangre?, ¿mi sangre?, ¿o de alguien más? No lo sé, sólo sé que yo no tuve la culpa, fue un accidente ¡lo juro! aunque me grite lo contrario esa horrible voz. ¡Entiende, perra! yo no fui, yo no fui, ¡yo no fui!
¡Yo no fui! gritó violentamente Francisco despertando de su pesadilla y asustando a la mayoría de los pasajeros.
¿Qué traes, Pancho? No manches, qué vergüenza, hasta la baba se te cayó. Límpiate, por favor le dijo Rocío y en un gesto de madre sobreprotectora tomó una servilleta y le limpió la barbilla. Él, sin haber despertado por completo, respondió el gesto con un manotazo, —¡Órale, cabrón, cuidado que me duele! Francisco no se disculpó, se recostó nuevamente dándole la espalda. Cerró los ojos intentando dormir, así estuvo medio dormido, medio despierto hasta que las llantas del avión lo despabilaron al tocar tierra dentro del Aeropuerto Internacional Benito Juárez en la Ciudad de México.
Francisco estaba de mal humor y Rocío no le ayudaba en absoluto. En su papel de mujer de mundo no dejaba de quejarse del pésimo servicio de la aerolínea mexicana.
—Qué horrible que te den unas papitas en lugar de una buena comida, en Europa hasta puedes elegir qué comer— se quejaba mientras gesticulaba al aire, —agarra bien tu maleta Francisco, que aquí si te apendejas no sales vivo—.
Recorrieron el largo pasillo que llevaba a las terminales aéreas, recogieron las maletas de Rocío y las subieron en un carrito el cual era jalado por un empleado del aeropuerto. Salieron por la puerta número uno y estuvieron esperando por más de cuarenta y cinco minutos a que llegara el taxi del sitio al que le había hablado Rocío; según ella, los que estaban ahí disponibles eran muy peligrosos. Cuando por fin llegó, tuvieron que darle al taxista trescientos pesos extra para que llevara el equipaje, al salir de ahí, descubrieron la caótica calma que reinaba en aquella inmensa ciudad con rumbo a Paseo de la Reforma buscando un hotel.


[1] María Félix fue reconocida como la máxima diva del cine de la época de oro del séptimo arte mexicano. Su deslumbrante belleza, enorme inteligencia y fuerte temperamento la convirtió en el modelo de mujer compleja e independiente. Fue la musa que inspirara la canción de María Bonita compuesta por Agustín Lara.
[2] Polo Polo es el nombre artístico del comediante mexicano Leopoldo Roberto García Peláez. Se caracteriza por hacer chistes para adultos y realizar presentaciones tanto en teatros como en programas de televisión.
[3] José Doroteo Arango Arámbula es el verdadero nombre del revolucionario Pancho Villa. Fue un personaje importante de la Revolución Mexicana y cuya participación fue decisiva para la derrota del entonces presidente Victoriano Huerta.
[4] Paco Ignacio Taibo II es un escritor, periodista y activista sindical. Fundador de Para Leer en la Libertad A.C. Sus obras se basan en temas policíacos e históricos.

El Aeropuerto Internacional General Roberto Fierro Villalobos o Aeropuerto Internacional de Chihuahua

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